martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 4


JANE

Persecución

Esperaba a mi hermano, como todos los días solía venir a la madrugada, dormía durante el día y lo esperaba en la noche, hablábamos mientras comíamos y cuando terminábamos de comer él se iba o a veces se quedaba un poco más.
Seguía sumergida en mis pensamientos cuando la puerta se abrió y vi a Alec, en el mes que llevaba encerrada, el seguía casi igual, antes no se veía nada de odio en sus ojos pero ahora, se veía algo diferente, se notaba el odio que empezaba a crecer en su interior hacia mis padres, por mantenerme encerrada.
Empezamos a comer, cuando terminamos él se quedó un poco más, y como era normal de él, hablaba poco, pero su compañía me reconfortaba, estar ahí, sentada, era un gran alivio, al menos tenía una persona en el mundo en la que confiar, ni siquiera mi madre, ella me había llevado en su vientre por nueve meses, me había criado por ocho años y ahora me tenía encerrada en este sucio sótano.
Habíamos perdido la noción del tiempo llevábamos hablando por mucho tiempo y él no se iba, no es que no quisiera su compañía, pero me preocupaba que él siguiera aquí, sabiendo que mis padres pronto despertarían. Empezaba a sentir los efectos del sueño, mi cuerpo empezaba a debilitarse y cada vez sentía que me alejaba mas, sentía como si una masa brumosa me llevara a otro lugar, al lugar de mis sueños, al único lugar en el que era casi completamente feliz. Me dejé llevar, mi cuerpo se fue, y me quedé dormida.


Unas fuertes pisadas y unos gritos me despertaron, abrí mis ojos rápidamente y me incorporé, Alec estaba a unos metros de mi, mi madre lo estaba golpeando, no entendía que estaba pasando, estaba aturdida, primero, ¿porqué ella le pegaba?, segundo, porqué la puerta del sótano estaba abierta y yo podía ver todo lo que pasaba?
La respuesta vino a mí casi instantáneamente, él se había quedado dormido a mi lado, esa era la razón, yo me había quedado dormida, por eso no lo había notado, pero ahora lo estaban golpeando. Sentí como la ira inundó todo mí cuerpo, esa extraña sensación de querer interferir para que a él no le pasara nada.
Corrí por unos segundos, hasta que interferí entre mi madre y mi hermano.
-Basta! –grité con todas mis fuerzas
-Tú…. TÚ, eres la culpable de esto, Alec nunca se hubiera convertido en la alimaña que es ahora, si no fuera por tu culpa- grito en mi cara, con chispas en odio en los ojos.- Mi hijo, mi amado hijo- dijo con decepción, pero pronto esa emoción cambio por la ira
Golpeó mi cara con su mano, sentía un poco de dolor, pero mi odio hacia ella hacía que cualquier dolor desapareciera, quería hacer que ella sintiera dolor, mucho dolor, que pagara esta injusticia hacia nosotros.
Volteé hacia mi hermano, estaba acurrucado contra la pared, sus brazos enrollaban sus piernas y se que estaba pensando lo que siempre piensa cuando se trata de dolor ’’el dolor no existe, el dolor no existe’’


Los dos estábamos encerrados ahora en el sótano, ya no había salida, no había forma de escapar, todo se había arruinado, ahora el también era acusado de algo que él no era.
Escuché un ruido diferente, otra conversación, esta vez un poco más baja, para que no pudiéramos oírla, pero aún así, si nos concentrábamos, la escuchábamos.
-Hablé con el sacerdote esta tarde y la única forma de hacer que todo esto pase es llevando nosotros mismos la leña- decía mi padre
-Mañana en la madrugada yo misma la busco, estoy cansada de esos niñitos, desearía nunca haberlos tenido
Después de unas fuertes pisadas, el ruido ya no existía, miré a mi hermano, él también sabía lo que nos iba a pasar, pero de todas formas, no tenía miedo, sabía que algo diferente iba a pasar, si moría iba a ser por la injusticia de la gente y si por alguna extraña razón sobrevivía, me encargaría de hacer que todos y cada uno pagara por querer llevarnos a la hoguera