JANE
Cansancio
-Vuelve aquí señorita, no hemos terminado esto- dijo mi
madre
-Pues yo sí, ya lo he terminado- mi madre y mi hermano me
miraron con sorpresa
Mi madre se abalanzó contra mí con esa típica regla metálica
con la que solía castigarnos y se dispuso a golpearme las manos con ella.
No me importaba lo que ella hiciera, si quería pegarme, no
me importaba, si no me amaba, tampoco me importaba, quería demostrarle que ella
no era importante en mi vida
Levanté la barbilla con orgullo, insinuando que cualquier
cosa que ella hiciera era algo relevante para mí. Me clavó esa mirada asesina
que demostraba que quería golpearme y que era solo un dolor de cabeza para
ella.
-Adelante, golpeame- grite, con mi barbilla aun en alto
-Noo!-
gritó mi adorado hermano Alec
-Esto no es asunto tuyo Alec- dijo mi madre con una voz
autoritaria- Termina tus deberes
Y en ese momento sentí una punzada de dolor en mis manos,
sentía como si me hubieran quemado con uno de esos artefactos para marcar a los
animales
-No vuelvas a tocarme! - Le grité a mi madre- No tienes derecho de
golpearme!
-Claro
que lo tengo y si no terminas ahora mismo lo que has comenzado esto será mucho
peor- dijo mi madre con una miraba que se notaba ardía en llamas
-Pues
no lo voy a hacer- mi voz no salió como quería, sonó más bien como un murmullo
-Esto
no lo voy a permitir, yo soy tu madre y debes obedecerme
Estaba
a punto de golpearme con esa regla en la cara, ya la veía venir, no había
escapatoria, iba a recibir ese golpe, y no iba a llorar por más que doliera, no
podía darle ese gusto a mi madre, cuando Alec corrió a mi lado y recibió el
golpe por mí, su cara se ladeo por la fuerza, mi madre no se había percatado de
lo que había hecho, ella pensaba que yo había recibido el golpe, pero cuando
bajó la regla vió a mi hermano con la cara ladeada y llena de sangre, corrió
hacia él mientras me gritaba toda clase de insultos por haber herido a su hijo
en vez de a mí. Yo no lo creía, Alec, mi hermano me estaba protegiendo, estaba
arriesgando se por mí, ya sabía que éramos muy unidos pero nunca pensé que
llegaría a ese extremo de protegerme, yo lo habría hecho por el si algún día se
daba la situación, pero nunca se había presentado, porque él no cuestionaba la autoridad
de mis padres y por eso nunca había sido golpeado, pero a mí casi siempre me
golpeaban, yo no me conformaba con lo que mis padres querían y eso hacía que su
rabia por mi aumentara, sabía que ellos pensaba que yo era una niña rara,
manipuladora y que empezaba a influenciar a Alec.
Salí
corriendo de esa habitación, no quería dejar a mi hermano ahí, estaba
preocupada por él, no sabía cómo se encontraba después del golpe, pero no quería
ver a mi madre, escuche como mi madre gritaba - JANE!!- Pero la ignoré y seguí
corriendo. Bajé al sótano, quería estar a solas, cerré la puerta y me
acurruqué. Lloré como nunca lo había hecho hasta que el cansancio me venció y
me quedé dormida, no sé cuanto tiempo dormí, pero ya había descansado. La luz
entraba por la rendija de la puerta y escuché a unas personas hablando, me
incorporé y me acerqué.
-Ya
no la soporto más, se está convirtiendo en un problema! Temo que Alec siga su ejemplo
-Tenemos
que hacer algo Justa, ese niñita no hace más que provocar problemas, hablé con
el sacerdote y el mismo me dijo que ella era una mala influencia, me aconsejó
que la alejáramos de Alec
¡¿Que?! Querían alejarme de mi hermano, esto no era
posible. Intenté abrir la puerta, pero ya era demasiado tarde, esa decisión
estaba tomada y ellos mismos me habían encerrado aquí en este asqueroso sótano
-Dejenme
salir!- grité- No
pueden alejarme de mi hermano!
Ya no se escuchaba nada del otro lado, ellos se
habían ido y no iban a escucharme.
Miraba
la rendija de la puerta y ya no había ninguna luz, debía ser de madrugada,
porque tampoco olía a algún alimento. Quería comer, ya había pasado un día y yo
seguía encerrada, no sabía nada de mi hermano, se que estaba siendo un poco exagerada
al preocuparme tanto, solo había pasado un día, no debía haber pasado algo
extraño, pero me estaba preocupando más porque ellos querían separarnos, Estaba
sumergida en mis pensamientos cuando ví una sombra por la rendija, eran unos
pies, alguien iba a entrar, tal vez iban a sacarme de aquí, pero no sabía a
donde me llevarían, así que decidí esconderme detrás de la pared.
La
puerta se abrió, la sombre no era alta, así que supe quien era, me abalancé a
sus brazos, era mi hermano, la única persona que se preocuparía por mí, lo
abracé y el correspondió mi abrazo. Lloré en silencio por un momento y luego me
separé de él para preguntarle que hacía aquí.
Sus
ojos también estaban llorosos, y su cara estaba un poco hinchada por el golpe
-Ellos
quieren separarnos- murmuré
-Ya
lo sé, también los escuché- dijo mi hermano con lagrimas en los ojos
-No
voy a separarme de ti, no lo permitiré
Me
abrazó de nuevo y esta vez el también lloró
-No
tenemos mucho tiempo- dijo de repente- traje algo para ti, se que tienes hambre
Me
mostró dos panecillos
-Es
lo único que conseguí, el resto de la comida está bajo llave, ya lo sabes- dijo
mientras me los entregaba
-No
debiste hacerlo, es muy arriesgado, podrían haberte atrapado- bisbisee
-Ya
lo sé, pero tú estabas aquí y no podía dejarte abandonada, tú eres mi hermana
-Gracias-
conseguí decir- pero toma, no voy a comer yo sola- le dije con una pequeña
sonrisa, mientras le entregaba un panecillo
-Pero
son para ti- hablaba muy bajito, mis padres debían estar dormidos
-No
importa, tú eres mi hermano y voy a compartir contigo
No
dijo nada, solo lo recibió y nos sentamos, los comimos rápidamente, sabía
delicioso, después de un día sin comida, esto era lo mejor que me podía haber
pasado. Los terminamos, el me abrazó, nos despedimos, salió del sótano y cerró
la puerta.
Me quedé pensando mucho tiempo y concluí que mis
padres no me querían, que tenía que irme, no sabía que podría causar mi huida,
pero tenía que hacerlo, tampoco sabía que podía hacer una niña de ocho años
sola en la calle, pero ya me las arreglaría, solo tenía que esperar que me
liberaran de este encierro.
Abrí los ojos y ví lo que últimamente siempre veía, oscuridad
Llevaba dos semanas en este cuarto oscuro y frío, el único
alimento que difícilmente me llegaba era el que me traía mi hermano, Alec. El
era la única persona en la que podía confiar, el único que podía entenderme,
era quien me defendía y hacia lo posible para que yo en este agujero me
encontrara un poco mejor, él no había sido enviado aquí aun, pero sabía que si seguía
viniendo a traer comida el también sería encerrado aquí, no era lo que yo
quería para él, él era tan bueno, tan parecido a mí, pero nadie era capaz de
comprendernos, ese montón de gente que se creía estudiada y sabia, no eran más
que simples personas que trabajaban como animales para comer, esas personas
eran las que me habían acusado de brujería, eran ellos los que creían que yo era
una niña rara que jamás sería como ellos querían que fuera, eran ellos los que
dudaban de la buena persona que era mi hermano, ahora pensaban que él era igual
que yo, y en alguna forma él lo era, pero no quería que ellos lo supieran
porque ellos lo enviarían aquí y le harían lo mismo que hacen conmigo, esas
personas eran mis padres.
Pedro y Justa, me daba repugnancia tan solo pensar en sus
nombres y más saber que eran mis padres, aunque para mí no lo eran, no se puede
considerar un padre a aquella persona que te encierra en un sótano, sin comida,
alejada de la persona que mas quieres, que te lleva a exorcismos y sigue sin darte
el amor que desearías que tus padres te den.
Estaba recostada en el piso, no sé de qué material era,
porque la oscuridad no me permitía verlo bien, pero era muy frío y sucio,
tampoco sabía que altura tenía ese sótano ni que tan grande era, solo sabía que
iba a estar allí encerrada por mucho tiempo.